El pasillo se le antojó interminable. A lo lejos las sirenas de la policía que se acercaban y en la cartera el arma aún caliente de muerte. Escuchó que algunos corrían para ayudar al infame, y sintió que hasta ese socorro era demasiado para alguién tan despiadado, que por primera vez en su vida había recibido en ese tiro que le había dado, una dosis de justicia.
La policía pasó corriendo a su lado, y el aire de la calle le supo a gloria.
Ni más golpes ni más gritos. Una nueva vida. Una vida.
Textos: Bett Gonzalez Casasola
Fotos: Alberto de Haro
En el acto de socorrer tratamos de salvarnos también a nosotros mismos (es difícil observar la infamia en los ojos de un moribundo).
Si, quizás lo hagamos como un acto reflejo e instintivo.
Cuando la crueldad se razona y se dialoga es todavía más perversa.
Esa es la peor..la del golpe es terrible, pero la crueldad psicológica es la que destruye a una persona desdibujandola y quitándole hasta las ganas de vivir.
El que no considera lo humano juega a deshumanizar.
Deshumanizar es convertir al otro en una cosa que no sabe que siente.
Deshumanizar es sentir que la humanidad de los otros no vale nada.