La piel de Dios

Cuentan que la piel de Dios está cerca de cada uno, casi al alcance de la mano si lo deseas. Su piel está en la corteza de los árboles, en la pelambre de tu mascota, en el tallo o en el pétalo de la flor, en la suavidad de la cara de un niño cuando lo besas, en la boca de tu amor.

La piel de Dios es la tuya propia, porque somos parte de un átomo de divinidad. Eres la belleza, la textura, el aroma mismo de él.

Millones de humanos, millones de partículas divinas representadas en cada uno, atomizadas en colores diversos, todos únicos, todos especiales, todos perfectos a nuestra forma y a su imagen y semejanza.

Algunos quizás parecen extraños hijos de él: sus ojos no ven pero sus corazones sienten más fuerte, otros no caminan y sin embargo aspiran fuerte el aire, aman con pasión a la lluvia y el viento, nadie queda incompleto, todos tienen su parte en la inmensidad del universo divino.

Somos parte de la piel de Dios, somos sus ojos, su boca, sus sonidos, y aunque a veces lo olvidemos, él, en su infinita compasión por estos seres tan especiales que creó nos pone en el camino avisos, palabras, situaciones para que volvamos a creer en él, y a través de ello en nosotros mismos.

Textos: Bett G.C.

Fotos: Pixabay

 

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El pasado no existe

El pasado no existe. Así lo declaro, asi lo determino y harías bien en creerme.

El pasado se hizo polvo, se hizo viento, ya es nada. Ese aire que respiraste ahora está en Japón, esas flores que daban su aroma esa noche en que te enamoraste cayeron, se degradaron y se hicieron parte de un árbol.

Creeme: el pasado es un mito, un recuerdo desvaído que quizá solo tu recuerdes: ese dia en que eras niño y un aroma a torta te atraía hacia la cocina donde estaba tu madre, esas lágrimas del amor primero que te decía adiós ya no te quiero,  todo ello ya es solo parte de ti.

Y si el pasado no existe, todo aquello que nos entristece, nos amarga, todo lo que nos moldeó a sangre y fuego…para que recordarlo?

Dejemos de ser esclavos de aquello que ya no es nada, de palabras que se fueron con el viento, de personas que quizás ni siquiera son carne sino polvo viejo y desvaído. Dejemos que el pasado deje de pesar en la espalda como una mochila llena de recuerdos a los que nosotros le asignamos peso y entidad.

Del pasado importa lo bueno, lo bello, aquellos que pasaron por nuestra vida dejándonos esa sonrisa en la piel, ese abrazo en el alma. Porque el presente es tu vida, es el ahora, este momento en el que me lees, y  en el que estás vivo.

Texto: Bett G.C.

Foto: Pixabay

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