Te miro y siento verguenza de mi mismo. Después de tantos años de estar juntos te has sentado a decirme todo lo que sientes, lo que te pasa. Tu honestidad afloró con fuerza y tu mirada me dijo que no había vuelta atrás. De pronto descubrí que la fidelidad a un espejismo te hizo soportar realidades, te hizo mantenerte firme hasta que diste todo lo que tenías para dar, hasta que sentiste que tu cuenta estaba saldada. Te miré y no pude decirte nada más, la sorpresa de verte así sin máscaras me encontró sin mi escudo, y cuando la puerta se cerró detrás tuyo terminaron de caer mis defensas.
Textos: Bett Gonzalez Casasola
Fotos: Alberto de Haro