Seis caracolas

Te sientas en la playa y miras el infinito. Nadie sabe porque el mar provoca en nosotros ese estado de armonía e introspección. Pero sucede.

Y entonces la arena es oro que brilla bajo el sol y las caracolas adoptan un valor incalculable…se convierten en las gemas que el mar nos ofrenda por visitarlo. Las tomamos, jugamos con ellas y sentimos que deben irse con nosotros, como si ya fuera parte nuestra.

Qué difícil es hallar en la vida una playa donde nos sintamos cómodos, un lugar donde nuestra alma se sienta equilibrada y en paz, donde el entorno nos haga sentir únicos y completos…

Quizá sea por eso que el mar siempre nos espera para abrazarnos con esa brisa fresca que nos llena, con ese aroma a sal que te dice que estás vivo, con esas olas que besan tus pies como una caricia del universo.

Y mientras tanto, mientras no estamos allí esas caracolas olvidadas en algún rincón de casa nos hace recordar ese momento feliz en el que nos sentimos parte del Todo.

Textos: Bett GC

Fotos: Flor Giorno

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