Hermanos

Los gases lacrimógenos ahogaban. La multitud, enardecida arremetía con palos y piedras, sentían la necesidad de expresar la miseria, la falta de oportunidades, el sometimiento por generaciones a políticos y latifundistas.

A veces la masa rompe el dique de lo permitido y es entonces cuando se desborda buscando justicia.
Carlos cayó junto a mí con la cabeza partida en dos. Su mirada perdida en el infinito cielo de gritos y descontrol fue apenas un parpadeo de vida. Miré al policía que lo mató. Tenía la mirada encendida y me calibraba para asestar el próximo golpe, pero de pronto, un hierro que parecía una lanza se clavó en su pecho.

Él se derribó junto a mí, y me quedé inmóvil, petrificado por la sensación real de haber tenido a la muerte parada junto a mí, una muerte que se había llevado a dos seres que querían al mismo país pero vivían en veredas opuestas.
En ese instante me pregunté cual es el límite, quién o como se hace para que las muertes entre hermanos tengan un sentido. Pero el silencio no me dio respuesta.

Textos: Bett G.C.

Imagen: Pixabay

 

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