No encontraba savia en sus venas. Apenas un hálito de vida percibía y ello le ayudaba a vivir. No supo cuando o en qué momento dejó de llevar sonrisas para regalar, ganas de vivir y respirar el viento fresco de la bahía, y de a poco se convirtió en un observador de la vida.
Aún cuando parezca que ya nada queda, un dia brotará una rama nueva de su corazón. Y traerá sueños nuevos y colores brillantes.
Un dia.
Textos: Bett Gonzalez Casasola
Fotos: Alberto de Haro