Traficantes de recuerdos

Corrìa el año 2070 y la vida, los sentires, se vivian de forma virtual. El gobierno mundial manejaba la vida y los sentimientos de las personas por el bien comùn, por lo que todo tenìa que ser revisado, estudiado y autorizado. Los nùcleos de poblaciòn eran comunidades que estaban controladas por el gobierno zonal, que a la vez era controlado por el gobierno provincial, este por el nacional y este ùltimo por el mundial, y no se podìa comer, beber, traer niños al mundo o disfrutar de vacaciones si previamente no estaba aprobado, porque todo necesitaba energìa para funcionar y la energìa era un bien que sòlo producìa el gobierno y era controlado por èl.
Còmo todo gasto extra era controlado y penado,  se autorizaba a las personas a divertirse concurriendo a los parques de diversiones virtuales dònde cada uno podìa, casco mediante, experimentar todo tipo de sensaciones de diversiòn, interacciòn con otras personas virtuales, por lo que todas las sensaciones se habìan llevado al plano de la experiencia artificial, de forma tal que todos los contenidos que circularan entre las personas estuvieran monitoreados para evitar que sentimientos de rebeldìa nacieran entre los ciudadanos.
Por eso habìan aparecido los traficantes de recuerdos. Porque las personas deseaban sentir cosas reales de una forma real. Alguièn habìa creado un aparato de transferencia de archivos cerebrales y, una vez que se quitaban los recuerdos de los humanos, estos se vendìan.
El mercado negro de recuerdos existìa y no era perseguido por las autoridades porque esas experiencias no requerìan energìa adicional, y permitìan a los ancianos ganarse un dinero. Jordi era un traficante de recuerdos. Habìa comenzado por necesidad: èl y su abuelo andaban escasos de dinero y dado que el viejo habìa sido un errante toda la vida estaba lleno de historias, las cuales eran bien pagas por su calidad. La gente buscaba mayormente tardes soleadas en una playa, caminatas en el bosque, noches bajo la lluvia de la mano de una muchacha, noches de sexo desenfrenadas y muchas otras cosas màs. La diferencia de los sueños transferidos a las experiencias virtuales de las màquinas que existìan radicaba en que los sueños se sentìan y quedaban en la memoria de las personas, en cambio las experiencias programadas se perdìan cuando el crèdito se agotaba.

El mundo, por su contaminaciòn ya no podìa conocerse libremente. La lluvia era àcida y quemaba, el sol, por la pèrdida de la capa de ozono provocaba cànceres fulminantes, los bosques eran àreas protegidas y no podìan visitarse y el sexo era una experiencia tan controlada que ya no despertaba la lìbido. Todo eso habìa provocado que las personas añoraran los viejos tiempos y los recuerdos de los ancianos, y Jordi habìa encontrado una veta que se proponìa explotar.

Gracias a los amigos del abuelo habìa hecho muchos buenos negocios, y en cierta forma lo hacìa sentir bien el hecho de haberle devuelto a muchos la sonrisa y la capacidad de sentir còmo un humano, hasta que un dia conociò a un viejo e interesante señor, Don Andrès.

Don Andrès habìa sido un revolucionario, un luchador por la libertad, un personaje a respetar e imitar por la gente. Èl habìa luchado contra el sistema para lograr que se respetara al ser humano y su libre albedrìo, habìa peleado para que su gente no perdiera sus costumbres, sus tradiciones, pero el gobierno mundial habìa logrado vencerlo. Jordi habìa quedado fascinado por las conversaciones que tenìa con èl, y le habìa pedido que le transfiriera sus sueños e ideales pero el pequeño y enjuto Don Andrès se negaba. Una y otra vez se negaba.

Un dia, el anciano lo mandò a llamar, y le avisaron que llevara el extractor de recuerdos. Jordi acudiò ràpidamente y se encontrò al viejito sentado mirando el infinito atardecer, con su bastòn de madera negra que tenìa un puño de bronce pequeño en la parte superior, con la mirada perdida quièn sabe en dònde ,pero  esperàndolo.

Don Andrès le dijo que sabìa que pronto iba a morir y que era hora de que èl se quedara con sus recuerdos. Jordi no entendiò hasta que el viejo le dijo: -eres el elegido.

Y entonces sòlo entonces, con una voz suave pero firme le dijo que habìa guardado sus recuerdos para alguièn que estuviera preparado para salvar el mundo, alguièn con ganas de luchar por convertirlo en un lugar mejor dònde los hombres fueran eso…humanos viviendo una experiencia humana, un mundo dònde hubiera de nuevo àrboles sembrados en las calles, dònde las empresas ya no contaminaran y la lluvia fuera sòlo agua que mojara suavemente campos, casas y personas.

El anciano tomò la mano de Jordi y le pidiò que fuera èl quièn luchara por el mundo y que comenzara transfirièndose sus recuerdos.

Nunca imaginò el joven que aquel dia cambiara su vida para siempre. Durante el proceso sintiò tantas cosas que luego necesitò meses para poder procesar todo lo que Don Andrès habìa sido y en lo que lo habìa convertido al sembrarle la semilla de la libertad.

La tarde de la transferencia fue la ùltima vez que se vieron. Aquella noche Don Andrès muriò en un sueño plàcido del que no despertò, pero sus deseos de un mundo libre, no habìa muerto con èl. Ahora habitaba en Jordi que estaba dispuesto a comenzar la lucha. Una vida para todos sin màs sueños comprados, sin màs recuerdos de amores pasados y lluvias antiguas…

Jordi sabìa que el mundo estaba necesitando libertad. Y muchos iban a seguirlo.Imagen

Vacìo de amor

Davinia era una mujer dura. Si bien su vida no habìa sido terrible se habìa consagrado al trabajo dado que habìa intentado formar una familia y las experiencias amorosas que habìa tenido no habìan llegado a ser relevantes para que se planteara el tema, en cierta forma la habìan convencido de que el amor no era una inversiòn en la que valìa la pena poner energìa. Esa decisiòn la habìa definido y era por eso que a los cuarenta y tantos años era una mujer de negocios exitosa con un futuro asegurado.

El ùltimo verano habìan sucedido algunas cosas que le habìan hecho dudar acerca de sus creencias sobre la vida y el amor. Una amiga ìntima, gerente de otra empresa habìa enfermado de càncery habìa muerto en pocos meses y Davinia la habìa visitado asiduamente en un intento de compartir aquellos momentos con ella.

En esas conversaciones la amiga se arrepentìa de no haber intentado amar, o ser feliz, lamentaba tantas vacaciones pospuestas, tantos momentos buenos que habìa aplazado por ganar dinero y en el fondo por temor a amar y a sufrir.

Verla desmejorar y morir habìa golpeado a Davinia. Tuvo que pedir unos dias de descanso para superarlo, y fue còmo una toma de conciencia verse pasear, comer,todo en soledad, sin tener con quièn compartir ni hablar fue una sensaciòn de no estar còmoda consigo misma la que la invadiò…no se reconocìa.

Estuvo pensativa varios meses. No conocìa socialmente hombres, sòlo aquellos  con los que por negocios tenìa que tratar, y estos eran complicados y competitivos. Se dio cuenta que por ese lado no hallarìa soluciòn.

Los sitios de internet para hallar parejas no la conectaron con nadie que la impactara, y llegò un momento en el que creyò que encontrar compañìa era algo imposible., pero deseaba unas vacaciones inolvidables para descansar del intenso año de trabajo, y esas vacaciones las querìa con un hombre.

Otra ejecutiva con la que algunas veces compartìa cenas le comentò que cuando la soledad la saturaba contrataba un acompañante para asì matar un poco la soledad y tener unos dias de buena compañìa, y la verdad sea dicha, a Davinia eso le pareciò terrible, el hecho de tener que pagar para paliar la soledad le parecìa decadente, triste y patètico, asì còmo tener que asumir que era incapaz de establecer una relaciòn y sentir amor.

En un comienzo desechò la idea del acompañante, pero la desesperaciòn de la soledad nos lleva a ese lugar dònde lo malo no se ve tan malo y uno comienza a concederse licencias, y tomando la tarjeta se comunicò con la agencia de acompañantes, porque asumiò que si para quitarse esa sensaciòn de desesperanza tenìa que pagar, si eso era necesario comprarìa una semana de ficticia felicidad: pero felicidad al fin.

Una vez que dispuso del catàlogo y puesta a elegir se quedò con Eric. No era joven, tendrìa alrededor de 50 años, cabello negro con canas, ojos azules, culto y ex-deportista le atrajo a primera vista. No supo si le gustò su mirada o aquella foto sobre un velero con una sonrisa enorme. Pero lo quizo a èl. Si bien su compañìa valìa un nùmero interesante en dinero, decidiò que era un regalo que iba a darse a ella misma, por lo que coordinò la fecha de contrataciòn del viaje con la agenda de èl y asì, teniendo todo organizado se sintiò vital y alegre, presintiendo que dias interesantes estaban por llegar, sintiendose vital y llena de esperanzas que nunca supo muy bien porquè sentìa, pero que dejò volar porque la hacìan sentir viva.

LLegò el dia del encuentro que sucediò en la cafeteria del aeropuerto. Èl tomaba un cafè tranquilo y relajado y la saludò càlidamente. Esa actitud la hizo sentir còmoda de inmediato, y antes de abordar el le dijo que se relajara y que intentara disfrutar. Realmente embarcò feliz de que el primer impacto de ambos hubiera sido bueno. La cosa prometìa.

Al llegar a destino la sorprendiò cuando tòmo la delantera y solicitò un cuarto para ambos, y si bien esas cosas la descolocaban intentaba recordar que era un profesional en lo suyo y ella lo habìa contratado.

Èl percibiò que algo la habìa intimidado y abrazàndola le dijo que sòlo harìan lo que ella permitiera, que dejara que las cosas fluyeran por sì mismas. Eric fue tan amable y simpàtico con ella que hacìa que olvidara que su presencia habìa sido abonada con tarjeta de crèdito, y decidiò que tenìa razòn y que disfrutarìa del viaje.

Fue la tercera noche, cuando volvìan de una cena dònde ambos la habìan pasado bien cuando ella le pidiò que la abrazara, que hacia mucho tiempo que nadie lo hacia y Eric, miràndola a los ojos y acomodando el cabello de ella dulcemente lo hizo. Davinia , desconocièndose a si misma llorò. LLorò por todo, por tantos años dònde tuvo tantas cosas pero no tuvo algo tan sencillo còmo un abrazo. Y esas noches y las que siguieron se amaron, a veces suavemente, a veces con pasiòn, pero los dos se fundìan en un ser. Y disfrutaban de ello.

El ùltimo dia, sentados en la playa se contaron la vida, de una forma clara y sincera, y asì còmo ella le hablò de su fracaso còmo mujer y su èxito còmo ejecutiva; èl le contò de su vida de viajes, compañias femeninas y solidez econòmica pero vacìa de contenido, soñaba con tener una casa en una isla del caribe dònde consideraba su lugar en el mundo…Tomàndola de la mano le ofreciò que lo intentaran juntos, pero Davinia  le pidiò tiempo para pensarlo porque no estaba tan segura en jugarse una vida y una carrera por la que tanto habìa luchado. La comprendiò pero en sus ojos pudo apreciar un dejo de decepciòn aunque no èl en ningùn momento le reprochò nada. sòlo callò.

El viaje de vuelta fue silencioso. Ella con una mezcla de sentimientos que iban desde la percepciòn del amor encontrado a la desconfianza de la entrega a un desconocido y èl, sintièndose absolutamente sincero con una mujer por primera vez en su vida, sin màs palabras para agregar.

Cuando arribaron y se encontraban formalizando la entrada al paìs lo perdiò de vista. La sensaciòn de abandono y desesperanza que la invadieron la llevaron a tomarse una copa, y cuando mirò su tobillo y vio la pulserita de pequeños caracoles que èl le habìa colocado, recordò su cara, su risa y el hecho de que èl no habìa sido un sueño. Eric habìa sido real.

Al dia siguiente un llamado la sorprendiò: la agencia de acompañantes le comunicaba que Eric habìa solicitado le devolvieran el importe de la contrataciòn y el expreso pedido de que ella no lo contactara.

Davinia quedò devastada. No habìa sabido reaccionar ante el amor, no se habìa jugado ni siquiera con la sinceridad de reconocerle que se habìa conectado con èl y que sentìa que lo necesitaba.

Los dias continuaron còmo ella acostumbraba tener: agendas cargadas de reuniones de negocios, compromisos laborales y juntas de directorio. Tenìa tantas cosas en su vida y el alma vacìa…Què contrasentido!

La vida comenzò a hacerse insoportable, sofocante y el sòlo hecho de pensar que no lo volverìa a ver la angustiaba, y comenzò a pensar còmo hacer para encontrarlo.

Se decidiò a llamar a la agencia de acompañantes, pero le dijeron que se habìa retirado, que no sabìan nada de èl. Pensò que si eso era cierto era la prueba de que la amaba, y una sensaciòn de necesidad de èl le recorriò el cuerpo, sentir que todo aquello que le habìa dicho que sentìa era verdad le dio la fuerza  que le habìa faltado para buscarlo, y para dar un vuelco a su vida.

Recordò el nombre del yate de èl y mediante contactos dio con el lugar dònde estaba amarrado. Era la isla del caribe que èl tanto le nombraba y, dejando la vida de ciudad atràs hacia allì partiò.

Dio con èl preguntando a las personas, y lo hallò pintando una casita de blanco, con la sola compañìa de una radio que pasaba una canciòn romàntica que èl tarareaba, y necesitò un momento para mirarlo, feliz de estar allì y de sentir que estaba haciendo lo correcto, y deseando no ser rechazada.

Eric la vio y se acercò a abrazarla. Sintieron que al fin estaban juntos y que la soledad en sus vidas habìa terminado.

Nunca es tarde para aprender a amar, se dijo ella mientras èl la cubria con un càlido abrazo.

La vida los habìa unido para que descubrieran un nuevo juego: el del amor.

 

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