EL POSTCOVID DEL POSTMODERNISMO

Sin saber muy bien donde estamos parados seguimos adelante. No hay reglas claras, no sabemos cuando vendrá el próximo virus o catástrofe a poner llave a la puerta de nuestras casas, y así, todos vivimos haciendo de cuenta que no pasó nada.

Pero pasó, torció destinos, cambió costumbres, nos hirió, nos mató, nos enfrentó, nos hizo pensar, provocó cambios de estilos de vida.

¿Y ahora como seremos? ¿Más solidarios o más egoístas? ¿En base a que patrones nos moldearemos y criaremos a los humanos que siguen llegando?

El problema es que ni siquiera sabemos si estamos en el postcovid, en la previa de otra futura ola, en la meseta de una pandemia, solo conocemos el hoy y poco más.

Quién tiene una fe, como sucede desde el comienzo de los tiempos, se aferra a sus creencias, es resiliente y sigue hacia adelante, pero aquellos que vuelan en base a sus propias ideas sienten que no hay demasiadas seguridades de donde tomarse, y eso provoca cismas personales.

Quizás también estemos asistiendo a la muerte definitiva del modernismo en cualquiera de sus fases, el peso de la tecnología con sus avances, creando redes mundiales, salvando vidas, introduciendo cambios vertiginosos en nuestro día a día me hace creer que estamos en una era tecnologista, donde hasta los actos minúsculos de nuestra vida están siendo invadidos por algún aparato de última generación que se conecta a la red y comparte nuestros datos.

Pero esa ironía del share, o compartir hace que nos enfrentemos a la soledad, mucho más profunda que en otras eras. La facilidad del acceso a a la información nos aísla, nos vende una realidad virtual mentirosa, porque cuando la batería se termina, cuando no hay electricidad para enchufar el dispositivo nos encontramos frente a nosotros mismos y la cruda realidad de que la vida online es finita y precaria.

Hasta una sonrisa termina dependiendo de un cable.

Bett G.C.

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