Inútiles bombas

Una ironía del destino: tanto dinero gastado en armas que no se destinó a salvar vidas. Los líderes mundiales, los países que imaginaron guerras sangrientas y potentes no pensaron jamás que un virus iba a ser más letal, o sí lo pensaron pero jamás se les ocurrió que iba a pasar sin que ellos lo lanzaran.

Y así, en hangares, silos subterráneos, plataformas de lanzamiento, bombas, misiles y todo tipo de artilugio bélico duerme su sueño frío y helado de metal sin servir para nada.

¿Cuando entenderá la raza humana que las bombas son inútiles? ¿Cuando comprenderán que la vida es tan frágil que basta un bicho invisible al ojo humano para atacar nuestros pulmones y morir sin aire? Porque este bicho es democrático: para matar no mira bolsillos o cuenta de bancos, barrios pobres o mansiones. Mata por igual.

La guerra hoy no es noticia. La guerra suena hasta estúpida cuando uno escucha la cifra de muertos diarios, anónimos, terriblemente anónimos que se fueron de este mundo sin querer irse, luchando solo por respirar.

Ojalá  los políticos comiencen a pensar en que la buena salud de los ciudadanos es mejor negocio que la guerra, que puede haber más muertos en el hospital zonal cercano que en un país lejano, que los ejércitos al fin terminaron sirviendo para limpiar residencias de ancianos, terminales de omnibus y calles.

Una bomba no ayuda a respirar. Un misil no salva vidas.

Textos: Bett G.C.

Foto: Google

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