Construirse y deconstruirse

Volví. Necesitaba volver. El blog es un lugar donde vengo, descargo mis pensamientos, dejo mi huella digital para la eternidad. Me gusta pensar que voy a ser eterna aunque nadie encuentre esta estrella en la galaxia infinita del internet vasto, y solo desapareceré el día que el último dispositivo se desconecte y ya solo exista la nada.

Descubrí que es mejor no ser el que uno era y permitirse explorar quién podemos ser. No quedar clavados en lo rutinario, en lo obligatorio, en lo que debe ser, al menos intentar tener cierto control sobre lo que nos hace felices.

Quiero ir dejando las viejas ropas de lo que me enseñaron como bueno, malo, real, irreal, quiero definir mi nuevo yo esperando convertirme en lo que me hace bien, en lo que me propone una sensación de confort conmigo misma, porque si no partimos de una armonía interior nada de lo que proyectamos es cierto, nos convertimos en un holograma que damos para que los demás se sientan conformes, contentos. Y nosotros ahí quedamos, enganchados en una imagen falsa y distorsionada de quiénes somos y lo que pensamos.

Reconozco que los virajes no son cómodos para los otros, tampoco hay que patear tableros: la naturaleza nos va modificando suavemente, pero nos cambia, y la decisión es únicamente nuestra.

La palabra deconstruir me suena a ir quitando suavemente los ladrillos de una pared, y cuando lo imagino, pienso en que cada ladrillo tiene un nombre de personas, de hechos, de imágenes. Elijo cual me gusta y me suma, desecho los que no me sirven para nada, y descubro que detrás de cada uno tengo algo para pensar.

En eso estoy. Es un momento interesante

Bett G. C.

EL POSTCOVID DEL POSTMODERNISMO

Sin saber muy bien donde estamos parados seguimos adelante. No hay reglas claras, no sabemos cuando vendrá el próximo virus o catástrofe a poner llave a la puerta de nuestras casas, y así, todos vivimos haciendo de cuenta que no pasó nada.

Pero pasó, torció destinos, cambió costumbres, nos hirió, nos mató, nos enfrentó, nos hizo pensar, provocó cambios de estilos de vida.

¿Y ahora como seremos? ¿Más solidarios o más egoístas? ¿En base a que patrones nos moldearemos y criaremos a los humanos que siguen llegando?

El problema es que ni siquiera sabemos si estamos en el postcovid, en la previa de otra futura ola, en la meseta de una pandemia, solo conocemos el hoy y poco más.

Quién tiene una fe, como sucede desde el comienzo de los tiempos, se aferra a sus creencias, es resiliente y sigue hacia adelante, pero aquellos que vuelan en base a sus propias ideas sienten que no hay demasiadas seguridades de donde tomarse, y eso provoca cismas personales.

Quizás también estemos asistiendo a la muerte definitiva del modernismo en cualquiera de sus fases, el peso de la tecnología con sus avances, creando redes mundiales, salvando vidas, introduciendo cambios vertiginosos en nuestro día a día me hace creer que estamos en una era tecnologista, donde hasta los actos minúsculos de nuestra vida están siendo invadidos por algún aparato de última generación que se conecta a la red y comparte nuestros datos.

Pero esa ironía del share, o compartir hace que nos enfrentemos a la soledad, mucho más profunda que en otras eras. La facilidad del acceso a a la información nos aísla, nos vende una realidad virtual mentirosa, porque cuando la batería se termina, cuando no hay electricidad para enchufar el dispositivo nos encontramos frente a nosotros mismos y la cruda realidad de que la vida online es finita y precaria.

Hasta una sonrisa termina dependiendo de un cable.

Bett G.C.

Tránsito

El año del virus. Los años del virus.

Seguimos viviendo esta cosa extraña llamada vida actual, llena de barbijos (o tapabocas), de encierros, de silencios

Quién sabe lo que vendrá, quizás la vida nos siga sorprendiendo con otro as que tiene en su infinita manga de posibilidades, no necesariamente triste. No necesariamente negativo.

Pero ya no seremos los mismo. Ahora nos miramos con sospecha, sabiendo que detrás de un abrazo, un apretón de manos o un estornudo, una sombra puede cernirse sobre nosotros, cambiando nuestra vida o modificando la de nuestros seres queridos.

Perdimos la inocencia de una vida loca, la de vivir sin pensar en como, ahora somos unos adultos que medimos cuestiones que antes eran inexistentes, porque descubrimos que no podemos anticipar el golpe del enemigo invisible.

Transitamos la vida con esperanza pero también con desconfianza, de cara a un futuro que sabemos puede parecerse a la caja de Pandora.

Lleno de sorpresas

Bett G.C.

Pasará, pasará pero el daño quedará…

Se supone que la Pandemia pasará pronto…o al menos bajará su afectación sobre la población…según se mire…según se analice.

Se enfermaron algunos, se murieron otros, perdieron el empleo tantos, cambió la vida de muchos. Un sablazo veloz, un golpe en vidas, bolsillos…y así sin anestesia cambió el mundo.

Y pasó. Lo que nadie esperaba pasó.

Pero ahora nos cambió el eje de pensamientos y evaluación de futuro:  ¿que pasa si algo así vuelve a pasar? ¿Como enfocamos la vida de aquí en más? ¿Son necesarios los cambios para preservar nuestra vida?

Preguntas, interrogantes, la aguja de nuestro sentido común, de nuestros conocimientos de la vida se ha movido, y las certezas son menos ciertas.

El mundo, nuestro mundo conocido no es tan seguro, lo que era no es más así, ahora es un lugar diferente, casi desconocido.

Y hay que seguir viviendo. Hay que seguir la vida, aún si no sabes las reglas del nuevo juego.

Textos: Bett G.C.

Inútiles bombas

Una ironía del destino: tanto dinero gastado en armas que no se destinó a salvar vidas. Los líderes mundiales, los países que imaginaron guerras sangrientas y potentes no pensaron jamás que un virus iba a ser más letal, o sí lo pensaron pero jamás se les ocurrió que iba a pasar sin que ellos lo lanzaran.

Y así, en hangares, silos subterráneos, plataformas de lanzamiento, bombas, misiles y todo tipo de artilugio bélico duerme su sueño frío y helado de metal sin servir para nada.

¿Cuando entenderá la raza humana que las bombas son inútiles? ¿Cuando comprenderán que la vida es tan frágil que basta un bicho invisible al ojo humano para atacar nuestros pulmones y morir sin aire? Porque este bicho es democrático: para matar no mira bolsillos o cuenta de bancos, barrios pobres o mansiones. Mata por igual.

La guerra hoy no es noticia. La guerra suena hasta estúpida cuando uno escucha la cifra de muertos diarios, anónimos, terriblemente anónimos que se fueron de este mundo sin querer irse, luchando solo por respirar.

Ojalá  los políticos comiencen a pensar en que la buena salud de los ciudadanos es mejor negocio que la guerra, que puede haber más muertos en el hospital zonal cercano que en un país lejano, que los ejércitos al fin terminaron sirviendo para limpiar residencias de ancianos, terminales de omnibus y calles.

Una bomba no ayuda a respirar. Un misil no salva vidas.

Textos: Bett G.C.

Foto: Google

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Un virus en el sistema

Al igual que en una computadora, un virus se ha introducido en el sistema capitalista. Fue afectando de a poco cada estamento, paralizando e inutilizando funciones, poniendo en jaque la totalidad de la sociedad.

Parece pensado y creado con toda intención para que visibilice las debilidades, para dejar en claro que la salud y la Sanidad estaban abandonados, que el cuidado de ancianos es una estructura débil como ellos, que la Educación del siglo veintiuno no está digitalizada, que las empresas nunca pensaron en tener un sistema de respaldo de teletrabajo…Entre tantas desnudeces que estos pocos días han dejado en claro.

Y la pobreza…Las redes sociales comunican lo que les pasa a los ciudadanos. Cada uno tiene acceso a contar sus necesidades, a mostrar sus rebeliones, sus situaciones límites. La red da libertad y no permite que los gobiernos tapen situaciones, que maquillen lo que sucede a pie de calle.

¿Acaso las redes sociales modificaron a la Democracia? ¿Tienen los gobiernos que demostrar mayor sensibilidad con los ciudadanos porque la opinión pública tiene en sus manos esa poderosa arma?

Mientras que cada día se va escribiendo la historia de la Pandemia en este mundo globalizado, se lucha para erradicar el virus que socava a la política. ¿Cómo juzgarán a los gobernantes a quiénes les tocó capitanear este barco en medio de la tormenta perfecta? ¿La sociedad emergerá más solidaria o más rebelde? ¿Que mirada acerca del gasto social tendrán los ciudadanos? ¿Los que viven en la comunidad europea, seguirán percibiendo que es tan útil pertenecer a un conglomerado de países que no estuvieron solidariamente presentes en la hora crítica? ¿Y los países más débiles económicamente, con que dinero absorberán la enorme deuda fiscal que quedará luego de la extraordinaria ayuda social que tiene que brindar?

Incógnitas, es el momento en que el futuro se torna incierto, no solo en lo económico. ¿Cuáles serán los criterios para abrirle la puerta a la ciudadanía? ¿Cómo sabremos que el virus no provocará rebrotes cuando ello suceda? ¿Cuantos meses tendremos que seguir con las medidas de seguridad?

Y mientras las dudas sobre el futuro nos acucian, las deudas golpean las puertas de muchas casas, y las cuentas de banco rechinan sordamente. Un mar de ciudadanos pacientes pero humildes, trabajadores paralizados, se preguntan como llenarán la heladera la semana que viene.

El virus en el sistema también los paralizó. Pero ellos no son un programa, son humanos.

Textos: Bett G.C.

Fotos: La web

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El sacrificio

El virus está desnudando un capitalismo por demás salvaje. Los gobiernos, empujados por los dueños del dinero se ven acorralados entre la espada del capital anhelante de seguir ganando y las necesidades de los ciudadanos.

Es entonces que se plantea la siguiente cuestión: ¿ Cómo salvar a la población y que la rueda de la economía siga girando? ¿Es eso posible?. Esta situación impone detener las actividades, impone dejar de producir lo que no sea de primera necesidad, impone que el circo de las inversiones y sus mercados emergentes, de futuros y de acciones deje de tener sentido. Al menos de momento.

El mundo no será el mismo. Los viejos esquemas dejaron de funcionar, hoy mismo las estructuras económicas tambalean porque nadie estaba preparado para afrontar una sociedad con necesidades pero sin dinero y el concepto de la política, del liderazgo del gobierno, de la toma de decisiones ,se ve golpeado por una realidad que no permite errores, porque no hay margen para ellos: la vida, la muerte, el hambre son los resultados.

El virus comienza a desnudar la miseria. La sociedad capitalista vive del pedaleo infinito de una sociedad que sale cada día a ganarse la diaria, a pagar como se pueda, a comer como alcance. Y el virus detuvo la bicicleta.

Claro que hay gente preparada para pasar este y varios inviernos víricos más, pero la masa no. Los ciudadanos de a pie, en general no se pueden dar esos lujos. No tienen espalda económica.

Entonces es el Gobierno que se enfrenta a un dilema profundo: ¿A quién salva? ¿A los ciudadanos o a los dueños del dinero? ¿Como se instrumenta un salvataje rápido y profundo? ¿Cómo se para el hambre?

Las estructuras del capitalismo crujen. La máquina se detuvo y no hay quién la mueva. Están sentados en su casa esperando que el milagro de panes multiplicados por el Gobierno se produzca. El tema es cómo.

Textos: Bett G.C.

Foto: La web

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Tu casa, tu mundo

Tu casa es hoy todo tu mundo. Un territorio seguro, un lugar  donde sentirse a salvo.

No desdeñes el encierro. Te permite saber quién eres, quizás hay más cosas para hacer y ser de las que te imaginas, porque el mundo ya cambió, tus esquemas de vida debe cambiar, adaptarte. No quieras lo que de momento no va a suceder.

¿Porqué te sientes encerrado? ¿Porque no sales a la calle? ¿Y si te dijera crudamente que la muerte te espera fuera de tu umbral tomarías más consciencia?

Pues es así: sal y encuentrala. Se te pega como un asesino silencioso a la piel, a tus mucosas y te invade. Y un día te ahoga.

Lamento decirlo así. Suena duro. Pero es la realidad en la que vivimos, el día a día de este nuevo mundo amenazado por el ataque de lo invisible que mata a nuestros humanos.

Es irreal la realidad. Tan real

Textos: Bett G.C.

Fotos: Google

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En cuarentena

Curiosamente y debido al virus casi todos estamos haciendo lo mismo. Estamos en casa. El encierro no es por elección, pero se ha tornado imprescindible para que entre todos intentemos que nuestra sociedad sobreviva a la peste.

Es histórico, es raro, es inusual…pero lo estamos viviendo. Y no tenemos escapatoria. Suelo pensar que las cosas suceden por algo, que nada es porque si, y a esta situación le encuentro varias lecturas, personales, familiares, sociales, mundiales.

Un bumerang que alguien arrojó en algún lugar nos golpea. Estoy convencida de ello. Ahora solo queda sobrevivir, meditar, pensar, descubrir y descubrirse enfrentando a la posibilidad de tragedia, porque la verdad es que la delgada línea del contagio o la salud marca nuestras vidas.

Sé responsable de ti mismo y lo serás con los demás. Piensa que el aleteo de las alas de tu vida indebidamente realizado puede matar a otro, ten consciencia de que tus actos salvan vidas…Y con esto no quiero que pienses que soy exagerada. Sabes que es la cruda realidad.

Vivir y morir. Así están las cosas.

Te espero mañana en este blog. Cuídate.

Textos: Bett G.C.

Virus

Nos está tocando vivir una situación inédita para la humanidad, estamos haciendo historia tristemente. Como en una guerra hay caídos, como en una situación de conflicto nuestras vidas no se viven de la misma manera, hay quienes están encerrados, hay quienes pelean por su vida, y otros muchos cuidándose de no caer.

No sé si es un virus que por casualidad saltó a un humano, no sé si a alguien se le cayó una probeta al piso y aquí estamos, un planeta tierra con países en cuarentena (Si, países enteros), no sé si la tercera guerra mundial es bacteriológica y la estamos viviendo, pero lo que sí sé es que esto comenzó y no sabemos adonde va a parar.

Quizás ya había otros virus letales dando vuelta entre las sociedades: el virus de la intolerancia, el del racismo, el de la violencia de género, pero este es visible, palpable, imposible de mirar hacia el otro lado.

Estamos todos desorientados: como en la guerra no hay formas definidas de actuar, cada uno toma lo básico y decide como seguir adelante, pero en este caso la acción individual no alcanza, es necesario que todos cuidemos de todos…Y la verdad es todo un desafío…Acaso no será que todos tenemos que aprender que nos necesitamos y que si no nos hermanamos va a costar mucho salir de esta?

El enemigo es pequeño. El desafío grande.

Textos: Bett G.C.

Imagen: Google

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